De repente, Tati

Porque en Las vacaciones de M. Hulot (Les vacances de M. Hulot, 1953), en Mío tío (Mon oncle, 1958) y en Playtime (Playtime, 1968), respectivamente:

1. En el cementerio. Un grupo de familiares permanece en silencio frente a un nicho. Pájaros y silencio, hasta que entra bruscamente el coche de Hulot, que ha pinchado. Pájaros y silencio, hasta que Hulot sale del coche, abre el maletero y tira las herramientas y el neumático de recambio al suelo. Pasos del encargado de las coronas de flores que, en una confusión, recoge de manos de Hulot el neumático, cubierto por las hojas del suelo, y lo lleva junto al nicho.
De repente: ¡fffff! El neumático-corona se desinfla cuando los familiares pasan frente a la lápida.

2. En el pueblo. Gerard y sus amigos se entretienen y apuestan sus monedas a un juego. Griterío de críos de fondo. Ladrido de perros. Y desde un montículo que da a una calle con una farola, los niños, escondidos y por turnos, silban cada vez que pasa un vecino. Si se distrae y se choca contra la farola, gana el que haya silbado. De lo contrario, se vuelven a repartir las monedas que habían dejado encima de la piedra.
De repente: silencio, silbido y: ¡pam! Un vecino choca contra la farola.

3. En el restaurante. Hulot está en la calle, sustituyendo al portero: abre y cierra a los clientes la puerta de cristal de la entrada. Ruido de motor de los coches que llegan. Música de fondo, de la pista de baile. Voces difusas de los clientes. Cuando el portero regresa a su puesto, desde dentro del restaurante, se produce un pulso con Hulot, que permanece fuera. El portero le pide que entre, Hulot dice que no; que entre, que no.
De repente: ¡pum! La cabeza de Hulot da contra el cristal y la puerta se rompe añicos.

En los tres films hay un meticuloso trabajo de fondo sonoro con una clara tendencia realista. De repente, Jacques Tati guía nuestra mirada hacia algo o hacia alguien a través del sonido, articulando la superposición de planos sonoros, y ese instante adquiere en su contexto un significado expresivo, casi hiperbólico. Sobre una banda sonora natural surge un sonido impostado, pero el mundo de M. Hulot sigue siendo tremendamente humano, en donde la palabra se equipara a los ruidos, los ruidos al silencio, el silencio a la música y la música a la palabra. Sí: el mundo sonoro de M. Hulot es horizontal y solo se deforma con la intensidad puntual que le otorga su director. Por tanto, es con el sonido cuando Tati se despacha y muestra su condición crítica de la realidad.

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